Allá por el mes de abril compramos un orinal la mar de chulo, que parecía un pequeño sofá por aquello del respaldo y los reposabrazos. La idea era que, ya que se iba a convertir en nuestro nuevo compañero de idas y venidas al baño, más valía que fuésemos tomando cercanía y contacto con él.
El caso es que de la extrañeza pasamos al rechazo, pero poco a poco, llegado el verano, nos regalaba la pequeñaja algún que otro pis. Era gracioso ver cómo al primer chorrete ella se aplaudía sola y se iba dando ánimos por la casa hasta la próxima micción.
Las cacas eran otro cantar. Alguna que otra, muy aisladas y casi por casualidad, caían dentro del orinal. Incluso en alguna ocasión alguna apareció en medio del salón porque las ganas llegaron y las intenciones eran buenas (es lo que tiene querer hacer las cosas "yo solita"), pero no tanto la puntería.
Llegó el verano y pasó sin ton ni son, porque aunque hacía calor no veía yo que la peque estuviera totalmente preparada para decir 'bye bye' al pañal. Unas veces pedía pis, pero otras no...así que decidimos esperar un poco más.
Y el mes de septiembre podemos decir que ha sido nuestro mes. La hemos comprado un arsenal de braguitas de Frozen, que la encantan, lo que nos ha ayudado a que por respeto a las princesas que en ellas aparecen (y con tal de no las echemos a lavar, todo sea dicho) , pida pis cada vez que tiene ganas.
Salimos a la calle sin pañal e incluso ayer hicimos nuestro primer viaje sin él (300km), parando dos veces para que la enana fuera al "pate" a hacerlo.
Para las cacas, no hay nada mejor que entenderle las horas que por rutina tiene para defecar (las 11 de la mañana y las 7 de la tarde). La tía es un reloj.
El caso es que ya solo mantenemos un pañal-braguita para por las noches, por si las moscas.
Los compramos en Mercadona, se llaman "Yo solito" y no nos cuesta más de 8 euros el paquete de 26.
En definitiva, que no hay nada mejor que la paciencia y el buen humor para la operación y para cualquier otro aspecto de la crianza.
Es cierto que cada nene tiene sus tiempos y si en verano no era su momento (a pesar de lo cómodo que es mojar y lavar, mojar y lavar...), ya lo sería el invierno. Pero si tuviéramos que haber esperado un año, lo hubiéramos hecho, porque nunca se sabe cuándo hubiera sido el momento de abandonar a nuestros amigos los pañales.
Parece que lo llevamos bien y esperamos que no haya recaídas. Por lo pronto creo que vamos por el buen camino y que en nada estaremos recordando el pañal en pasado, porque la peque habrá dejado de ser tan peque y ya hará todo y todo el rato en el WC.
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